domingo, 26 de noviembre de 2017

Apu Chilche

En la historia de la  antigua  capital de los incas  durante el siglo XVI  las transformaciones de carácter  histórico,  económico y socio cultural   con drásticos cambios  de mando y usufructo   tuvo  en la década del 30, la  historia  de un  personaje ajeno a la  elite inca   Apu Chilche mencionado tempranamente como  paje del Sapa inca Huayna Capac, que  tras la  llegada de los españoles  ofreció incondicionalmente sus servicios a  la nueva casta de gobernantes durante  la rebelión de Manco Inca, por cuyas acciones y méritos   el marqués  Francisco  Pizarro le puso su nombre  y en su gratitud a su lealtad  le otorgo  el  Curacazgo del valle de Yucay, siendo activo personaje de la  nueva aristocracia nativa  en el   Cusco  de aquel entonces. 
Para  este  blog  me he remitido en  casi toda su integridad al estudio   publicado en el año 2009  por el historiador peruano Luis Manuel Arana Bustamante (Lima 1964), titulado: “Un incidente en la vida de Francisco Chilche, Kuraka del valle de Yucay  1555(1)


El estudio se enfoca en un incidente en la vida de un kuraka temprano colonial en Cuzco, antiguo paje de Francisco Pizarro y nombrado kuraka del valle del Yucay, sucedido en las festividades de Corpus Christi en la década de 1550 y que ha llegado hasta hoy narrado por el Inca Garcilaso de la Vega, que fue testigo del mismo.

Allí Chilche protagonizó un incidente ofensivo para la nobleza inka, que aquí se interpreta como un intento de recordar a los españoles los servicios brindados durante la conquista, tratando de revertir la disminución de su rol social y la competencia con otros aspirantes a la posición de poder adjudicada por los españoles en torno a las posesiones del valle de Yucay. En la interpretación se hace un experimento en la aplicación de algunos métodos de análisis asociados a la antropología histórica.

El Cusco incaico que fue  galanamente rediseñado y mandado a ser reconstruido  por  Pachacutec, embellecido por soberbios edificios por los incas posteriores  fue visto por los europeos  en toda su magnitud recién  en  1533, hasta aquel entonces  y evitando  dar detalles acerca de las instituciones y  las gentes que la poblaban,  mencionare que   en razón de la crisis política agudizada por las pugnas entre las panakas,  sumado a la llegada de los “Puka kunkas” , la fundación española de la ciudad  el 23 de marzo de 1534, el inicio de la rebelión de Manco Inca en mayo de 1536, entre los actores y personajes  pasando por los incas nobles de la ciudad, los  numerosos yanas  que también la habitaban y,   los  advenedizos españoles acompañados de huestes  auxiliares hicieron de  esta ciudad materia de numerosos hechos históricos, surgiendo  la  figura que  a continuación describo en las palabras de nuestro historiador citado:
Francisco Chilche fue un indígena cañari —probablemente hijo de algún jefe étnico—incorporado muy joven al Cuzco inka, según Garcilaso, como «paje» del Huayna Cápac histórico.
Según Diego de Trujillo, él dio el alcance a los españoles a su llegada al Cuzco en 1533 con tres indios cañarís y preguntó «cual es el capitán de los christianos» (Trujillo, [1571]1948:63). Mostrándosele a Pizarro, le dijo «Yo te vengo a servir y no negaré a los cristianos, hasta que muera», le presentó a Manco Inca, y entró con él al Cuzco, estando acompañados de unos cincuenta indios cañaris y chachapoyas (ídem). Luego, según su propia información de servicios posterior, Chilche cumplió muy bien con labores militares tempranas contra el ejército de Callcuchima, a quien, dijo allí, «...desparató y Vensia y fue en su seguimiento hasta el valle de Xauxa...» y contra los Chupachus (Apéndice 1, ff.7-7v de Heffernan, 1995).


El mayor mérito  sin embargo fue según  lo cuenta Garcilaso  en su SEGUNDA PARTE DE LOS COMENTARIOS REALES DE LOS INCAS, publicada en 1617 en Córdova con el título de HISTORIA GENERAL DEL PERÚ.
CAPÍTULO XXV: Un milagro de Nuestra Señora en favor de los cristianos, y una batalla singular de dos indios.

“Durante el cerco, pasados los cinco meses de él, sucedió que un indio capitán, que se tenía por valiente, por animar a los suyos, quiso tentar su fortuna, a ver si le iba mejor en batalla singular que no en las comunes. Con esta presunción pidió licencia a los superiores para ir a desafiar un Viracocha, y matarse con él uno a uno; y porque vió que los españoles de a caballo peleaban con lanzas, llevó él la suya, y una hacha de armas pequeña que llaman champi, y no quiso llevar otra arma. Así fué, y puesto delante del cuerpo de guardia que los españoles siempre tenían en la plaza, porque era junto a su alojamiento, habló a grandes voces, diciendo que si había algún Viracocha que con él osase entrar en batalla singular, saliese del escuadrón, que allí le esperaba con las armas que le veían. No hubo español que quisiese salir al desafío por parecerles poquedad y bajeza reñir y matarse con un indio solo. Entonces un indio cañari, de los nobles de su nación, que cuando niño y muchacho había sido paje del gran Huayna Cápac y después fué criado del Marqués Don Francisco Pizarro, que lo rindió en uno de los reencuentros pasados, y por su amo se llamó Don Francisco, que yo conocí y dejé vivo en el Cozco cuando vine a España, pidió licencia a Hernando Pizarro y Juan Pizarro y a Gonzalo Pizarro, hermanos de su señor, y les dijo que pues aquel atrevido venía de parte de los indios a desafiar a los viracochas, que él quería, como criado de ellos, salir al desafío. Que les suplicaba lo permitiesen, que él esperaba en la buena dicha de ellos volver con la victoria. Hernando Pizarro y sus hermanos le agradecieron y estimaron su buen ánimo y dieron la licencia. El cañari salió con las propias armas que él otro traía, y ambos pelearon mucho espacio; llegaron tres o cuatro veces a los brazos, hasta luchar y, no pudiendo derribarse, se soltaban y tomaban las armas, volvían de nuevo a la batalla. Así anduvieron hasta que el cañari mató al otro de una lanzada que le dió por los pechos y le cortó la cabeza y, asiéndola por los cabellos, se fué a los españoles con ella, donde fué bien recibido, como su victoria lo merecía. El Inca y los suyos quedaron extrañamente escandalizados de la victoria del cañari, que si la ganara un español no la tuvieran en tanto; y por ser de un indio vasallo de ellos, lo tomaron por malísimo agüero de su pretensión; y como ellos eran tan agoreros, desmayaron tanto con este pronóstico, que de allí adelante no hicieron en aquel cerco cosa de momento, si no fué la desgraciada muerte del buen Juan Pizarro…”


Regresando al estudio de Arana Bustamante:
Ahora bien, este episodio es digno de un análisis por sí mismo. Si lo pudiésemos efectuar ahora quizá este artículo se hubiese titulado «Dos episodios en la vida de Francisco Chilche...». Pero por el momento quizá sea posible interpretar algo del razonamiento inka en este episodio temprano.Ya era visible entonces que los extranjeros poseían mucho «mana», por emplear el término clásico, y por tanto quizá no habría sido de extrañar demasiado para los inkas la victoria en combate de uno de ellos. Pero la derrota de guerrero inka por un «vasallo dellos», en términos de Garcilaso —es decir de un miembro de un pueblo ya vencido por los inkas, e inferior en ese sentido— cortocircuitaba este razonamiento. Era especialmente preocupante, pues quizá significaba que los extranjeros eran inclusive capaces de trasmitir su «mana» a un ser despreciable para los inkas o que ellos habían perdido el suyo. Quizá de allí su lógica de interpretar como un pésimo pronóstico para ellos el resultado del combate con el cañari.
Chilche fue nombrado paje de Pizarro por dos años en el Cuzco, y el episodio del combate debió ser considerado muy importante en el levantamiento del cerco por los españoles —quizá también por la posterior actitud inka ante el resultado—, pues la amistad de Chilche con Pizarro fue determinante, según Garcilaso, en la nueva colaboración de los antiguos soldados cañaris del inka con los españoles:

Fueron tantos los favores que entonces (cuando la victoria) [en el duelo y en el cerco] y después della hizieron los españoles a este cañari, que los de su nación se les aficionaron [y] ... se trocaron en crueles enemigos [de los inkas] y sirvieron entonces a los españoles, y después acá les sirven de espías, malsines [murmuradores] y verdugos contra los demás indios... (Garcilaso, [1617]1944, Libro II, cap. XXVI, 183).

Y el autor estudiado pasa a continuación a citar un ejemplo temprano y revelador de una actitud «ladina» —en un sentido de doblez moral y político— pero muy hábil de los cañari en este contexto:

... en las guerras civiles [...] los cañaris que vivían en el Cozco (debaxo del mando de este Don Francisco Cañari) que eran muchos, servían de espías dobles y atalayas a los del vando del rey y a los del tirano, dividiéndose con astucia en dos partes, los unos con los del Rey y los otros con el traidor, para que, cuando la guerra se acabasse, los cañaris del vando vencido se guareciesen de la muerte a la sombra del
vando vencedor, diciendo que todos havían sido dél. Y podían dissimularse bien, porque, como no tratavan ellos con los españoles [...] sino los superiores, los demás no eran conoscidos y assí pasaban todos por leales [...] porque los unos y los otros (como parientes) se descubrían y avisavan de lo que pasaba en el un exército y en el otro (ídem, 183-84).


El curacazgo y las posesiones en  Yucay

Otra medida de que su asistencia en esos años debió ser considerada notable lo es la recompensa recibida. En efecto, Pizarro convirtió a Chilche nada menos que en kuraka del inmenso y altamente productivo valle de Yucay, parte central y más productiva del hoy más conocido como el «Valle Sagrado», el cual ... se llamaba entre los indios casa del dicho guaina capa... y como es notorio... [Huayna Capac] tenia sus casas hechas en el dicho ualle con todos los oficios de su seruiçio y despensas y depósitos en que se encerraban los frutos de las chácaras que el dicho inga tenía... (ver cita documental en Wachtel, ([1971]:169, nota 131)

Por su parte, un nieto del Huayna Cápac histórico lo expresaba así: «...guayna capac señor que fue destos reynos su aguelo deste testigo tuvo su rrecámara en el valle de yucay...» (170, nota 133), mientras otro testigo vió que en aquel tiempo «...todos los indios del dicho valle se llamaban del inga y que eran dos parcialidades la una de mitimaes que quiere decir indios adueneçidos [advenedizos] e la otra de naturales... (170, nota 134).
Pues bien, destituyendo a Wallpa Tupac, kuraka de tiempo de los inkas, Pizarro colocó en el puesto a Francisco Chilche («... mandaba e mandó estos indios como curaca principal puesto por el marqués piçarro el qual Atahualpa topa que antes lo era...», 188, nota 186).

Aunque Pizarro y luego  su hijo Gonzalo eran los encomenderos del valle, estaban ocupados en las guerras, y ello permite a Chilche, en palabras de Wachtel, «...construirse una especie de «feudo»... [y] se apropia de numerosas tierras» (188).
En efecto, cuando algunos españoles reivindican las tierras del inka y del sol en el valle para ocuparlas, una investigación descubre una impresionante lista de campos ocupados y hechos explotar por Chilche, que llega a tener además para 1550 ochenta yanas propios —irónicamente, antes todos los indios del valle eran clasificados como yanas del rey inka—. Según Wachtel, él sabe manipular en las nuevas circunstancias las relaciones con los ayllus autóctonos y de mitmas en una forma que las referencias rápidas de Wachtel sólo dejan adivinar —y que merece mayor estudio— aceptando entre otras cosas mujeres y formando una vasta clientela, siendo imitado por sus kurakas subordinados. Ante las quejas, en 1550 cede el mando de la parcialidad de autóctonos del valle a García Quispicapi, descendiente del kuraka de los mismos, pero conserva el título de kuraka principal (188-90).


El incidente de Corpus Christi

Un cronista tardío de la ciudad da la fecha del incidente en el cual se enfoca este estudio, del cual fue testigo Garcilaso durante una de las fiestas del Corpus posteriores a 1554. Habría sucedido el 6 de junio de 1555. Aunque reinventado en sus detalles y diálogos, permite ver mucho de la personalidad y actitud social de Chilche para esta época. Dice al respecto Garcilaso que
Los caciques de todo el distrito de aquella gran ciudad venían a ella a solenizar la fiesta [de Corpus], acompañados de sus parientes y de toda la gente noble de las provincias.[...] A lo alto del cimenterio, que está siete u ocho grados [gradas del hastial]más alto que la plaça, subían por una escalera a adorar el Santísimo Sacramento, en sus cuadrillas... Baxavan a la plaça por otra escalera que estava a mano derecha del tablado... Hazían [este] tablado en el hastial de la iglesia [actual iglesia del Triunfo, de donde se habían librado los españoles del cerco inka] de la parte de afuera... donde ponían el Santíssimo Sacramento... El cabildo de la iglesia se ponía a la mano derecha y el de la ciudad a la izquierda. Tenía consigo a los Incas que havían quedado de la sangre real, por honrarles... (Garcilaso, [1617]1944, Libro VIII, cap. I, 186).

Continúa Garcilaso:

Yendo passando las cuadrillas como hemos dicho, para ir en processión, llegó la de los Cañaris, que, aunque la provincia dellos está fuera del distrito de aquella ciudad, van con sus andas en cuadrilla de por sí, porque hay muchos indios de aquella nación que viven en ella, y el cuidado dellos era entonces don Francisco Chillche Cañari... Este Don Francisco subió las gradas del cimenterio muy disimulado, cubierto con su manta, y las manos debaxo della, con sus andas sin ornamento de seda ni oro, mas deque ivan pintadas de diversos colores, y en los cuatro lienços del chapitel llevava pintadas cuatro batallas de indios y españoles (ídem, 187).

Llegando a lo alto del cementerio, siempre según Garcilaso, se quitó la capa y quedó «en cuerpo» con una manta ceñida «[como] se la ciñen [los indios] cuando quieren pelear», llevando en la mano una «cabeça de indio contrahecha» —es decir, reducida— asida de los cabellos. Debía ser la cabeza del guerrero inka del antiguo sitio de la ciudad, que al parecer Chilche atesoraba. Con su gesto quería no sólo ofender a los nobles inkas allí presentes, sino probablemente también recordar a los españoles su antiguo servicio valedor de su enaltecimiento social y su protección. Cuatro o cinco nobles inkas arremetieron contra él, teniendo que intermediar el teniente de corregidor de la ciudad, licenciado Monjaraz, descrito como un hombre comedido por Garcilaso. Luego de un diálogo, reinventado por Garcilaso, pero digno de análisis en otra parte,

El licenciado Monjaraz [...] quitó la cabeça que el Cañari llevaba en la mano, y le mandó desceñir la manta que llevaba ceñida y que no tratase más de aquellas cosas en público ni en secreto, so pena que lo castigaría rigurosamente (ídem, 188).

Así, la maniobra de Chilche, llena de simbolismos, no prosperó. Según Garcilaso, que da un apropiado final al incidente, aunque desde el punto de vista inka: «Con esto quedaron satisfecho[s] los Incas y todos los indios de la fiesta, y todos en común, hombres y mujeres, le llamaron «¡Auca, auca!»...» (ídem, 188).

Sobre la narración por Garcilaso del incidente
Antes de continuar se debe reparar en algunos aspectos del fragmento de la fuente estudiada. Si se acude a la narración de Garcilaso, se observará que está llena de frases y diálogos reinventados entre los protagonistas. Esto no debe hacer desconfiar acerca de la fiabilidad del recuerdo general de Garcilaso del suceso, sino que él empleaba, como se sabe, los procedimientos humanistas de imitación de la redacción histórica bajo moldes clásicos. En ellos se trataban asuntos directamente vistos por el historiador como testigo, se introducían discursos completos recreados por el mismo de acuerdo a reglas retóricas, y los propósitos más inmediatos eran los de formación moral. Por ello no se analizan aquí los discursos, sino los eventos bajo la forma en que Garcilaso fue testigo de ellos —y muy de cerca, pues nos recuerda en el mismo pasaje que su padre era corregidor de la ciudad en aquél momento—. Así, no se tiene por qué dudar de un testimonio tan vívidamente narrado y que se inserta bien en lo que
se conoce de la trayectoria de Chilche. Asunto muy distinto es la bastante comentada deformación de ciertos aspectos de las costumbres y religión de los inka por Garcilaso, que buscaba con ello tanto enaltecer la memoria de sus antepasados, disimular en algo su «gentilidad» y hacerlos más semejantes al modelo romano que encontró en los escritores antiguos que consultó y que inspiraron en buena parte su escritura.


Sobre la celebración del Corpus Christi
No hay información cierta del inicio del Corpus Christi en el Cusco. El virrey Toledo dictó, en 1572, ordenanzas para dar mayor realce a la celebración. Garcilaso de la Vega cuenta que el jueves 1 de junio de 1554, día del Corpus Christi, antes del amanecer, se vio en esta ciudad un cometa.

El mismo Garcilaso narra el incidente ocurrido el jueves 6 de junio de 1555, en las solemnes celebraciones del Corpus. Cuenta que Francisco Chilche, indio cañari: Llevaba en la mano derecha una cabeza de indio contrahecha, asida de los cabellos. Apenas la hubieron visto los Incas, cuando cuatro o cinco dellos arremetieron con el Cañari, y lo levantaron en alto del suelo, para dar con él de cabeza en tierra.

La celebración del Corpus ya es evidente en 1555. El primer Corpus fue celebrado en 1550, casi veinte años antes de las ordenanzas de Toledo de 1570 y quince después de  la fundación española del Cusco. Hay que recordar que, por bula papal de 1 de junio de 1537, el Corpus Christi se incluyó en la lista de días de guardar entre los habitantes del Nuevo Mundo.
Garcilaso de la Vega comenta que, en su época, ya desfilaban imágenes de: Nuestro Señor, o de Nuestra Señora o de otro Santo o Santa de la devoción del español o de los indios sus vasallo.



Continúa el Inca:
Los caciques de todo el distrito de aquella gran ciudad venían a ella a solemnizar la fiesta,acompañados de sus parientes y de toda la gente noble de sus provincias. Traían todas las galas,ornamentos e invenciones que en tiempo de sus Reyes Incas usaban en la celebración de sus fiestas […].
Siempre estuvo presente el propósito de ofrecer lo mejor en la procesión del Corpus Christi. En 1733, utilizando un legado del deán doctor Francisco de Goyzueta, se construyó un carro de plata para que saliese el Santísimo Sacramento15. El templete de plata, colocado en un vehículo, portaba la custodia, como indica el Inca.


Algunos otros datos posteriores

En 1558 el inka Sayri Tupac es hecho encomendero del valle de Yucay, que había quedado en manos de la corona, y debió haber reivindicado todos sus derechos y haber sido percibido como una amenaza por Chilche, porque según Garcilaso y Guaman Poma —que también vivió en Cuzco— fue envenenado por Chilche en 1561. Garcilaso describe esto así:

El Don Francisco Cañari quedó tan favorecido y tan soberbio, que se atrevió años después a matar con tósigo, según fama pública, a don Felipe Inca, hijo de Huaina Capac... Confirmose la fama porque después casó con la mujer del Don Felipe, que era muy hermosa, y la tuvo más por fuerça que de grado, con amenaças y no ruegos que los aficionados del Cañari le hizieron, con mucho agravio y quexa de los
Incas, más sufriéronlo, porque ya no mandavan ellos» (Garcilaso, [1617]1944, Libro VIII, cap. I, 186).

La mencionada coya era Cusi Huarcay, hermana-esposa de veinte años de Sayri Túpac, que había sido casada cristianamente con él en la catedral del Cuzco con licencia especial del papa Julio III (Hemming, [1970]1982:355). Guaman Poma da también la noticia, también  mencionando la ponzoña, y mencionando como una de las razones el resentimiento de Chilche de ver cómo a Sayri Tupac «...le onrraua y respetaua todo el rreyno». Ahora bien, para la mentalidad española este crimen no era un delito menor en modo alguno —recuérdese lo sucedido a pesar de todo más tarde con el virrey Toledo— y es bastante probable que una prisión por un año de Chilche descrita por Cobo ([1653]1956) tuviese que ver con este preciso incidente, aunque él dice que se le liberó por falta de pruebas. Visitas de la década de los sesenta tienen que recortar gradualmente los poderes de este kuraka. En 1571 firmó como don Francisco Zaraunanta Chilche en las Informaciones hechas para el virrey Toledo, calculándosele setenta y siete años (Levillier, ed., [1571]1940:99-101) y en 1572 presentó la petición mencionada en el apartado 2 con una relación de sus servicios, incluyendo el haber participado en la guerra contra Tupac Amaru en Vilcabamba, como «Capitán Mayor de todos los indios de guerra». Allí declaró tener setentaicinco años, y obtuvo de Toledo la transferencia del tributo de tres pesos de plata ensayada de treinta yanaconas, antes en cabeza de Su Majestad, por todos los días de su vida (Apéndice I, ff.9v-10r en Heffernan, 1995).
Ya ha muerto en 1586, y su hijo Hernando Guatanaula es entonces kuraka del valle, según un documento de venta de tierras de ese año, que la familia ya no puede cultivar, y donde se mencionan además ocho hermanos naturales de Guatanaula.


Conclusiones

Volviendo al incidente de Corpus en que se enfoca este análisis, se nota en primer lugar que allí Chilche se presentó con unas andas sin ornamentos de sedas y oro —que probablemente usaban todavía en el momento los nobles inka—, pero en las que había hecho pintar batallas de españoles e indios. Con esto, se concluye, quería hacer un primer recordatorio a los presentes, pero sobre todo a los españoles, aunque en código gráfico indígena, de su temprana colaboración bélica. En segundo lugar, cuando subió al hastial de la iglesia —la posición más alta de la plaza, donde era visible por todos— ex profeso Chilche quedó «en cuerpo» con la manta y extrajo la cabeza reducida. Ello era un mensaje directo a los españoles haciendo recordar el combate que significó tanto socialmente para él y posiblemente desanimó tanto a los inka. Pero el mensaje era doble, resultando altamente ofensivo para la nobleza inka reconocida y a quien se hacía participar de modo oficial en la fiesta como nobleza colonial, cristiana y subordinada. De allí la reacción de los inkas y la enérgica intervención del teniente de corregidor, prohibiéndole tratar más aquellas cosas que traían problemas en la nueva situación social de la capital.

De esta manera, todo el incidente se puede interpretar como un intento de Chilche de remontar un gradual declive en su importancia social en el Cuzco, cerca de veinte años de los acontecimientos que lo enaltecieron socialmente, y hacer recordar a los españoles lo que le debían de aquellos años tempranos. No era tanto una simple coreografía como una maniobra simbólica bastante astuta y macabra, y que resultó fracasada.

Aunque Wachtel llamó en su momento a Chilche «...uno de los grandes curacas, hasta aquí desconocido, de la historia peruana...» (187) y, en efecto, llegó a ocupar un cierto lugar en la sociedad post-conquista temprana del Cuzco, la evidencia muestra que no logró administrar la inmensa oportunidad que las circunstancias pusieron a su disposición, abusó demasiado de su nueva posición y bien pronto la perdió. Su caso es difícil de comparar por lo especial y la falta de más casos estudiados, pero ofrece un claro contraste con otro kuraka temprano como Antonio Ninavilca, de Huarochirí, que tuvo un contacto igualmente estrecho con los españoles y consiguió formar una relación perdurable a través de muchas generaciones. Hasta donde podemos usar los datos disponibles sobre Chilche con fines comparativos, me parece que su caso termina correspondiendo con otras informaciones y denuncias sobre kurakas tempranos que, sin tener las condiciones que el sistema tradicional de autoridad demandaba para el cargo, eran colocados en sus puestos por los colonizadores españoles. Como no se les ha diferenciado muy claramente hasta hoy en la literatura, he acuñado el término de «kurakas ilegítimos» para esta categoría social andino colonial, que tiene sentido sólo en las primeras etapas de la transformación indígena colonial, y me he basado para el término en el concepto weberiano de dominación legítima (por consenso social).

Sin embargo, aunque quizá ya los cañari del Cuzco no estuviesen asociados al curacazgo en sí del valle del Yucay, sí siguieron teniendo un rol importante en la vida del valle, la ciudad y en muchas ciudades del interior, donde entre otras cosas actuaron como guardia armada de los funcionarios españoles.
En su análisis de los lienzos del Corpus Christi y de más evidencia al respecto, Carolyn Dean halla que el cuadro final de la serie —probablemente encargado por el personaje que aparece al centro con su hijo en el último cuarto del siglo XVII (Fig. 1)—, retrata al probable jefe cañari del regimiento indio del corregidor del Cuzco y al regimiento mismo de arcabuceros disparando sus armas de fuego al cierre de la festividad (Fig.2), todos con altos penachos blancos y en una exhibición de poder y de asociación con los españoles en franco contrapunto con las representaciones de las parroquias encargadas por los donantes pertenecientes a la nobleza inka (Fig.3).



Fig.1 El probable donante
cañari del cuadro del final de la
procesión del Corpus, el más
grande y suntuoso de la serie
(tomado de Dean 2002:84-85,
detalle de Lam. 21).




Fig. 2 El regimiento cañari del
corregidor del Cuzco según C.
Dean, en el mismo cuadro anterior
(tomado de Dean 2002:84-85,
detalle de Lam. 21).


Fig.3 Don Carlos Guayna Capac, donante del cuadro
de la parroquia de San Cristóbal, delante del carro
procesional del santo patrón (tomado de Dean
2002:72, detalle de Lam. 14).







REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS:
(1)   Arana Bustamante, Luis Manuel. Revista de investigaciones sociales del Vicerrectorado de la escuela de Investigación y Postgrado  de la UNMSM  del Volumen 13, numero 23 (2009).
(2)      Dean, Carolyn. ([1999]2002). Los cuerpos de los incas y el cuerpo de Cristo. El Corpus Christi en el Cuzco colonial. Lima: Universidad Nacional Mayor de San Marcos – Banco Santander Central Hispano.
(3)      Esquivel y Navía, Diego de. ([c.1748]1980). Noticias cronológicas de la gran ciudad del Cuzco. F. Denegri Luna, H. Villanueva Urteaga, C. Gutiérrez Muñoz, eds., 2 t. Lima: Fundación Augusto N. Wiese.
(4)  Garcilaso de la Vega, Inca. ([1617]1944). Historia General del Perú. Segunda Parte de los Comentarios Reales de los Incas. Edición de Ángel Rosenblat. Buenos Aires: Emecé.
(5)  Trujillo, Diego de. ([1571]1948) Relación del descubrimiento del reyno del Perú. Edición de Raúl Porras Barrenechea. Sevilla: Escuela de Estudios Hispanoamericanos.
(6) Villanueva Urteaga, Horacio. (1970). Documentos sobre Yucay en el siglo XVI. Revista del Archivo Histórico del Cuzco 13: 1-184.
(7)   Wachtel, Nathan. ([1971]1976). Los vencidos. Los indios del Perú frente a la conquista española (1530-1570). Tr. de Antonio Escohotado. Madrid:Alianza Editorial.





DATOS BIOGRAFICOS:  Luis Manuel Arana Bustamante
Historiador, nacido en Lima en 1964, es profesor ordinario en el Departamento de Historia, Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Su formación profesional fue en historia económica y social de la colonia durante un proyecto sobre moneda colonial llevado a cabo por historiadores de San Marcos y financiado por el Banco Central de Reserva. Entre 1990 y 1997 editó y publicó seis números de Cuadernos de Historia Numismática para ese proyecto. Aproximadamente desde 1998 empezó a investigar en etnohistoria andina, y empezó la carrera docente en la UNMSM. Actualmente investiga para el Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales (IIHS) de su Facultad. Su área de investigación y especialización es la etnohistoria andina, etnohistoria de los incas, historia social indígena temprana colonial, la personalidad y obra del cronista andino Felipe Guaman Poma de Ayala y desarrolla una nueva investigación sobre la estadía de Charles Darwin en el Perú en 1835. Es autor de un libro de etnohistoria colonial, titulado "Sin malicia ninguna..." Transformación indígena colonial y estrategias sociales y culturales en un kuraka ilegítimo, Huaylas, 1647-1648, que ganó un premio nacional de la Asamblea Nacional de Rectores y fue publicado por la misma al año siguiente, y asimismo de numerosos artículos en revistas especializadas. La casi totalidad de su producción científica -incluyendo el libro- y CV actualizado se encuentran a disposición en los sitios web www.academia.edu y www.researchgate.net en archivos digitales.


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